El manejo de una crisis en jóvenes con problemas de salud mental es un desafío que requiere una intervención cuidadosa y estructurada. Durante una crisis emocional, las respuestas deben ser rápidas pero también empáticas, asegurando que las necesidades inmediatas del joven sean atendidas sin perder de vista su bienestar a largo plazo. Este tipo de situaciones suelen involucrar riesgos físicos y emocionales tanto para el joven como para quienes lo rodean, lo que subraya la importancia de actuar con calma, comprensión y una planificación adecuada.
En esta entrada, exploraremos los principios fundamentales que deben guiar la intervención durante una crisis en jóvenes. Estos principios son esenciales para reducir el riesgo, ofrecer apoyo y garantizar que el joven reciba la ayuda que necesita durante y después del episodio de crisis.
Estrategias para Manejar una Crisis de Forma Eficaz
Mantén la Calma y Evita Juzgar
La calma es una herramienta poderosa durante cualquier intervención de crisis. Cuando un joven está en un estado emocional crítico, es fácil que las emociones también se intensifiquen en quienes lo rodean. Sin embargo, mantener una actitud serena es crucial, ya que transmite seguridad y control. Cualquier expresión de shock, sorpresa o ira puede agravar el estado emocional del joven, haciendo que se sienta más incomprendido o amenazado.
Es importante que el profesional o cuidador que interviene mantenga un tono de voz suave y relajado, evitando juicios o críticas. Este tipo de enfoque permite crear un ambiente seguro donde el joven pueda comenzar a relajarse.
Enfocarse en el Presente
Durante una crisis, profundizar en traumas pasados o problemas familiares puede desestabilizar aún más al joven. Aunque estas problemáticas subyacentes son importantes para abordar en un proceso terapéutico a largo plazo, el momento de la crisis no es el adecuado para explorarlas. En estos casos, lo mejor es concentrarse en las necesidades inmediatas del joven y en el aquí y ahora.
Preguntas simples como «¿Qué necesitas en este momento?» o «¿Cómo puedo ayudarte ahora?» pueden ser más efectivas para guiar la intervención, centrándose en soluciones prácticas y en reducir el malestar emocional de manera inmediata.
Compasión y Empatía
La empatía y la compasión son componentes clave en la respuesta a una crisis. Mostrar una preocupación genuina por el bienestar del joven puede ser un factor decisivo para calmar la situación. En una crisis emocional, el joven suele sentirse solo, incomprendido o abandonado, y la expresión de empatía le puede recordar que no está enfrentando el problema solo.
Frases como «Estoy aquí para ayudarte» o «No tienes que enfrentar esto solo» pueden generar un cambio positivo en la interacción y abrir la puerta a un mejor manejo de la situación. El simple hecho de saber que alguien se preocupa por ellos puede tener un gran impacto emocional en un joven en crisis.
Evaluación de Riesgos Constante
Durante una crisis, el nivel de riesgo puede cambiar rápidamente. Un joven puede estar tranquilo en un momento y, en cuestión de segundos, verse impulsado por la desesperación o la ansiedad a actuar de manera dañina. Por esta razón, es fundamental realizar evaluaciones de riesgo continuas. Esto implica observar signos de autolesión, violencia hacia otros o conductas que puedan poner en peligro su integridad física.
A medida que se desarrolla la crisis, el enfoque de la intervención debe adaptarse para responder a cualquier cambio en el nivel de riesgo. Estar preparado para ajustar el curso de acción es clave para garantizar la seguridad de todos los involucrados.
Atención a Emergencias
En algunas situaciones, la crisis puede intensificarse a un punto en que la intervención profesional inmediata se vuelve indispensable. Si la seguridad del joven está comprometida, no se debe dudar en contactar a los servicios de emergencia. Llamar a una ambulancia o a un equipo especializado puede ser la única manera de garantizar el bienestar del joven en momentos críticos.
El profesional debe estar atento a las señales de peligro inminente, como amenazas de suicidio o comportamientos altamente violentos, y actuar de inmediato para asegurar la intervención necesaria. Nunca se debe subestimar la gravedad de una crisis cuando la vida o la salud mental del joven están en juego.
Seguimiento Post-crisis
Una vez que la crisis inmediata ha sido controlada, el trabajo no termina. Es crucial realizar un seguimiento adecuado para asegurarse de que el joven reciba el apoyo continuo que necesita. Esto incluye contactar a profesionales de salud mental, psicólogos o terapeutas que puedan trabajar con el joven en un plan de recuperación a largo plazo.
El seguimiento no solo previene futuras crisis, sino que también ofrece al joven herramientas y recursos para enfrentar sus problemas emocionales de manera más saludable en el futuro. Mantener una red de apoyo y comunicación después del episodio es clave para fomentar la estabilidad emocional y prevenir recaídas.
Manejar una crisis en un joven con problemas de salud mental es una tarea compleja que requiere de una intervención basada en principios claros. Mantener la calma, actuar con empatía y compasión, y realizar una evaluación de riesgos continua son elementos esenciales para una intervención eficaz. En situaciones donde la crisis se agrava, es fundamental actuar rápidamente y recurrir a los servicios de emergencia cuando sea necesario.
Finalmente, el seguimiento post-crisis asegura que el joven no solo supere la crisis inmediata, sino que también reciba el apoyo necesario para su recuperación a largo plazo. A través de estas estrategias, los profesionales pueden ofrecer un enfoque integral que promueva la seguridad, el bienestar y la estabilidad emocional del joven en crisis.
responder a comportamientos desafiantes
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